Páginas
▼
domingo, 12 de julio de 2009
Tengo 55 años
Alguna gente madura, tal vez la más lúcida, suele pensar con acierto que lo mejor que tiene la juventud es que ya pasó. Fue una época breve y radiante, romántica y vigorosa, pero también llena de luchas, temores, dudas, celos y rivalidad. Alrededor de los 50 años, en cualquier biografía llega un momento en que el caballo de fuego que uno llevaba dentro comienza a perder la ansiedad en el galope y aun sin abandonar la curiosidad ante la vida siente que hay que tomarse las cosas con más calma. A qué viene tanta prisa, se dice a sí mismo una mañana. De pronto uno se da cuenta de que no tiene que correr detrás del autobús ni necesita presentarse ya a ningún examen ni le inquietan las modas ni se ve obligado a cambiar de costumbres y cada día le importa menos lo que piensen de él los demás. No ha dimitido de ninguna idea ni ha cambiado de bando. Le siguen cabreando los mismos políticos, las mismas injusticias, los mismos fanáticos, los mismos idiotas, pero no está dispuesto a que ninguno de ellos le estropee una buena digestión. Si uno es viejo lo peor es comportarse como un joven. Cada edad tiene su baraja con placeres que pueden ser tan intensos como uno quiera, si sabe jugar las cartas. Peor que querer ser joven a toda costa es tener ya ideas de carcamal con apenas 30 años. Gente joven envejecida la vemos y oímos todos los días en las tertulias de la radio y de la televisión. Del primer caso lo salva a uno el sentido del ridículo; en el segundo no hay cura posible porque es cuestión de carencia de minerales. El hecho de que uno con el tiempo alcance cierta serenidad y contemple las cosas con una sabia perspectiva no impide blasfemar si llega el caso. Marco Aurelio debe darle la mano a Epicuro y la resignación no tiene por qué dejar de ser creativa. Lo que ibas a ser de mayor ya lo eres y lo que no ibas a ser ya no lo fuiste. Adiós a la juventud. Se acabaron las luchas, los nervios y las dudas por la identidad. Para una persona madura hoy es el futuro que tanto temía. Ya ves, no ha pasado nada. No ha caído la bomba atómica, has salido bien de una grave enfermedad, al final la crisis económica se ha superado y tus hijos son más altos y más listos. Encima el sol sale todas las mañanas y tú estás vivo. Hay que brindar. (Manuel Vicent El País, domingo 12 de julio de 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario