Bruselas sostiene a BélgicaNil volentibus arduum. Nada es imposible para quien de verdad lo desea. Bart de Wever, el historiador flamenco que quiere reescribir la historia de Bélgica con la independencia de Flandes, citó la máxima latina al conocer el triunfo de su partido, la Nueva Alianza Flamenca (NVF). Demostraba la voluntad rupturista que aumenta en cada cita con las urnas y que hace que un diario serio se preguntara hace poco si Bélgica tiene aún sentido. Por ahora, algún sentido tiene y De Wever sabe que no ha llegado la hora de la secesión. En todo caso, es el momento de una nueva reforma constitucional. Sobre el papel, Bélgica es un Estado federal, pero sus dos comunidades, la valona y la flamenca, viven a uno y otro lado de una línea divisoria impermeable que es la lengua. En la práctica, es lo más parecido a un Estado confederal y este será el cambio futuro. Por muy deseada que sea la independencia, el orden en las finanzas públicas, dentro y entre las dos comunidades, es prioritario y por ello el ganador sabe que necesita a los otros. La mano tendida a los francófonos lo demuestra. Hay otro argumento que aleja a Bélgica de lo que muchos consideran un abismo y es Bruselas. Es la capital de Bélgica, y también de Europa. Nadie está dispuesto a dejarla escapar. Y el 1 de julio, Bélgica asumirá la presidencia semestral. Si se piensa que su último Gobierno nació tras una gestación de 9 meses, sería un milagro que en 15 días hubiera Ejecutivo. Una presidencia casi inexistente después de otra, la española, inmovilizada por la crisis, puede ser la puntilla de las presidencias rotatorias.
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