Miguel Hernández nació un 30 de octubre de 1910 en Orihuela. Sólo 32 años después, en 1942, murió en el reformatorio de adultos de Alicante.
Estaba enfermo de tuberculosis. Su cuerpo en aquellos días era ya el de un cadáver consumido. Su voz, tras arengar a las tropas republicanas durante la Guerra Civil y cantar poemas como Viento del pueblo, era un suspiro. Y, cuando finalmente se apagó, el régimen franquista se encargó de que no volviera a oírse durante cuarenta años.
En 1972, Juan Manuel Serrat lanzó un disco por poemas de Miguel Hernández; allí empezó la recuperación de la obra del poeta; circulaban ya sus libros pero de forma clandestina, eran los libros de la editorial Losada de Buenos Aires, editados es rústica, blancos y con dibujo alusivo; muchos de ellos venían con los pliegos sin cortar; con sumo cuidado, íbamos separando las páginas; gracias a esta editoral Lorca, Neruda, Miguel Hernandez, León Felipe..., los escritores de la España del Exilio fueron llenando aquellos huecos.
En la Transición, sus poemas recuperados se convirtieron en la materialización de la democracia que parecía estábamos recuperando.
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