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miércoles, 2 de agosto de 2017

El perol.

Un poco de historia
La proximidad del campo para la población cordobesa y las huertas que poblaron los alrededores de la ciudad durante siglos hicieron que la afición de los peroles o las jiras campestres como eran denominadas antaño, se popularizaran entre la población cordobesa.
Los lugares eran variopintos desde las propias huertas existentes en las inmediaciones de la ciudad, como las Puertas de Almodóvar y la de Sevilla, o los parajes y aledaños de la ciudad. Lugares como el entorno del parador de la Arruzafa, El Jardinito, Huerta de San Antonio, El Mayoral, El Hierro o El Cerrillo fueron frecuentados por los cordobeses durante gran parte del siglo XIX.
La construcción de la carretera de los Arenales en la década de los años 1880 hizo que los peroles terminaran de convertirse en una tradición netamente cordobesa poblándose parejas como la Fuente de la Raja, Cañito Bazán, Fuente del Manjano, La Palomera, Fuente de la Salud, Puente de Hierro, Molinillo de Sansueña, Huerta del Rey o incluso Las Ermitas.
Igualmente en las primeras décadas del siglo XX era muy dado hacer peroles a ambos lados de la linea férrea que parte para Sevilla entre el final del “Camino de los Cuartes” -hoy llamada Avenida de Medina Azahara- hasta los aledaños de lo que sería los terrenos de la Electromecánicas; llegando a ser lugar preferido los olivares llamados popularmente como “Los Olivos Borrachos”. Otro lugar perolístico era junto al río Guadalquivir concretamente en el Molino de Lope García.
La progresiva urbanización de todas las inmediaciones de la ciudad histórica de Córdoba, ha hecho que poco a poco los lugares para la celebración de peroles hayan ido alejándose de estas zonas, para ocupar otras como el Parque Periurbano Los Villares.

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