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Me relató que era un Maestro formado en la República, que había sido separado del Cuerpo y que, cuando consiguió su readmisión; lo colocaron al final del Escalafón; esa era la causa de que no hubiera conseguido suficientes “puntos” para “entrar” en la capital.
Su figura, su capacidad intelectual, poseía una vasta cultura, y su eterna pajarita quedaron fijadas en mi memoria.
Su recuerdo ha resurgido al ver este libro : “ Maestros de la República” de Mª Antonia Iglesias.
Diez historias ocurridas en distintos pueblos de España, de las que dan testimonio, con dolor hijos, nietos, amigos y, sobre todo, antiguos alumnos de las víctimas: estos maestros que pagaron con sus vidas la labor de llevar la luz, la libertad y la cultura a quienes sólo tenían como destino fatal la ignorancia y la sumisión.
Mi vecino, aquel viejo maestro, reunía esas condiciones de dignidad y valor ético que definen una vocación sagrada, era maestro desde que se levantaba hasta que se acostaba. Enseñaba, siempre daba buenos consejos a los chicos y les inculcaba que el trabajo es honrado.
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