Es entonces cuando es nombrado alcalde de Córdoba por designación directa de José Bonaparte. Las crónicas lo mencionan como el prefecto moro de la ciudad andaluza. Al frente del municipio apenas está 15 meses, hasta el 14 de julio de 1811, pero en ese breve periodo de tiempo protagoniza transformaciones de enorme calado, según apunta Luis Calvo. Además de introducir cultivos muy rentables, como el algodón y la remolacha, emprende la construcción de los primeros cementerios de la ciudad: la Salud, San Rafael y San Cayetano, hoy desaparecido. Hasta ese momento los enterramientos se producían en el interior de las iglesias, origen de innumerables epidemias, y la autoridad napoleónica ordenó su prohibición y la creación de necrópolis en el extrarradio urbano.