DIARIO CÓRDOBA. España
03/09/2010 MANUEL Fernández
Será por necesidad o por logística, pero hasta la Guardia Civil no quiere vivir en los pueblos chicos. La Asociación Unificada de Guardias Civiles pide reagrupar en Peñarroya los puestos de Villanueva del Rey, Belmez y Fuente Obejuna. El turismo rural está muy bien para desconectar, para ver por Internet las bucólicas fotos de cortijos perdidos por esos andurriales y para planear un largo fin de semana en pandilla de barbacoa y tragos largos en cantidad y tiempo. Y los pueblos son medicina contra el estrés en verano, Navidad y romerías señaladas. Y un estilo de vida sólo al alcance de fervientes creyentes en opciones arriesgadas. O una naturalidad sin imposturas para quienes hemos nacido en ellos. Pero para los profesionales de oposición, bolsa de trabajo o contrato coyuntural los pueblos son una jornada laboral de paso para conseguir puntos que los asienten definitivamente en un destino de más alcance. El médico, el maestro, la enfermera, el practicante y el guardia civil, figuras imprescindibles en la memoria de cualquier pueblo hasta la llegada de los Fondos Feder, ahora se montan en su coche a las tres de la tarde y salen pitando hacia horizontes más urbanos sin propiciar si quiera que crezca a su paso la hierba de las relaciones con el entorno. Y a los pueblos no le ha quedado más remedio que ponerse en manos del Guadalinfo para conocer esos mundos que antes contaban el médico o el maestro, aunque todavía se estile el jamón, el queso, los huevos o los chorizos como fórmula de agradecimiento interesado. Y las casas de los maestros y los cuarteles de la Guardia Civil son pura arqueología sociológica. Ya hasta hay curas y alcaldes que abandonan el rebaño o la ciudadanía, respectivamente, antes de que anochezca en los pueblos.
03/09/2010 MANUEL Fernández
Será por necesidad o por logística, pero hasta la Guardia Civil no quiere vivir en los pueblos chicos. La Asociación Unificada de Guardias Civiles pide reagrupar en Peñarroya los puestos de Villanueva del Rey, Belmez y Fuente Obejuna. El turismo rural está muy bien para desconectar, para ver por Internet las bucólicas fotos de cortijos perdidos por esos andurriales y para planear un largo fin de semana en pandilla de barbacoa y tragos largos en cantidad y tiempo. Y los pueblos son medicina contra el estrés en verano, Navidad y romerías señaladas. Y un estilo de vida sólo al alcance de fervientes creyentes en opciones arriesgadas. O una naturalidad sin imposturas para quienes hemos nacido en ellos. Pero para los profesionales de oposición, bolsa de trabajo o contrato coyuntural los pueblos son una jornada laboral de paso para conseguir puntos que los asienten definitivamente en un destino de más alcance. El médico, el maestro, la enfermera, el practicante y el guardia civil, figuras imprescindibles en la memoria de cualquier pueblo hasta la llegada de los Fondos Feder, ahora se montan en su coche a las tres de la tarde y salen pitando hacia horizontes más urbanos sin propiciar si quiera que crezca a su paso la hierba de las relaciones con el entorno. Y a los pueblos no le ha quedado más remedio que ponerse en manos del Guadalinfo para conocer esos mundos que antes contaban el médico o el maestro, aunque todavía se estile el jamón, el queso, los huevos o los chorizos como fórmula de agradecimiento interesado. Y las casas de los maestros y los cuarteles de la Guardia Civil son pura arqueología sociológica. Ya hasta hay curas y alcaldes que abandonan el rebaño o la ciudadanía, respectivamente, antes de que anochezca en los pueblos.
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