El pequeño Balduino, hijo de Felipe de Alsacia, destacaba por ser el travieso de la familia y hacerle la vida imposible a todo el que se propusiera. Vio su oportunidad de oro durante una de las procesiones dirigidas por el abad de Gante, aprovechando para desnudarse y mostrar a todos los fieles su entrepierna, provocando la ira del abad. Lo que no sabía el pobre Balduino era la mala relación del abad y su padre Felipe, que marcaría un final de piedra para Balduino. El abad, ni corto ni perezoso, lanzó una maldición al pequeño travieso convirtiéndolo en Manneken Pis el resto de su vida, pero con una hoja de parra como sustituto al calzoncillo, una tradición bastante religiosa.
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